Pablo Álvarez, astronauta: «Se me pone la carne de gallina si pienso en pisar la Luna»

Un solo centímetro más de pierna le habría dejado fuera de la selección; por fortuna, no fue así, y en abril el leonés empezará en Alemania su nueva vida

«¡Es Pablo Álvarez! ¡Es Pablo Álvarez, el astronauta!», gritan unos niños de unos diez años que están de visita en las instalaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Villafranca del Castillo (Madrid). Los chavales rodean a este leonés, de 34 años y casi 1,90 de altura, mientras él posa para una foto con todos ellos con su perenne sonrisa, que no parece haber desaparecido al menos desde el pasado 23 de noviembre, cuando se anunció que él, junto con la también leonesa Sara García, formaban parte de la nueva hornada de astronautas europeos llamados a vivir, entre otras cosas, la ‘reconquista’ de la Luna. Cuatro meses después, Álvarez se prepara para mudarse a Colonia (Alemania), donde se someterá desde abril al entrenamiento final que acreditará que está listo para ir al espacio. Entre compromiso y compromiso, charla sobre cómo ha sido su último y frenético año, sus aspiraciones espaciales, Marte y los planes de la humanidad para visitarlo o los consejos que le ha dado Pedro Duque, quien, confiesa, le marcó cuando era pequeño.

-¿Cómo ha cambiado su vida desde el anuncio?

-Ha cambiado un poco. Te vas acostumbrando a que te pare la gente por la calle, aunque tampoco es algo exagerado. En general, estoy muy contento y con muchas ganas de empezar el entrenamiento en Colonia.

-Ha dejado su trabajo en Airbus y ahora comienza una nueva nueva vida. ¿Sabe lo que le espera?

-Sé que será bastante intenso, que nos tenemos que poner al día con un montón de conocimientos sobre la Estación Espacial Internacional (ISS) y sus procedimientos. También tenemos que aprender ruso, empezando desde cero. Antes de ir a Colonia, voy a hacer un curso de submarinismo porque desde el primer día vamos a estar también en la piscina para el entrenamiento de actividades extravehiculares. Y supongo que también habrá algún vuelo parabólico para experimentar condiciones de gravedad cero y un curso de supervivencia.

-Suena muy exigente, al menos a nivel físico. ¿Se está preparando de alguna forma especial?

-En realidad, no he hecho nada fuera de lo que ya venía haciendo. El proceso ha sido muy, muy duro, y creo que necesitaba un par de meses para parar. Además, he estado liado con medios, eventos y demás, aparte del trabajo, por lo que tampoco he tenido mucho tiempo.

-En su caso, ¿el astronauta nació o se hizo por el camino?

-Yo creo que todos hemos querido ser astronautas en algún momento de nuestra infancia. Estudié ingeniería aeronáutica, pero no enfocado en ser astronauta, porque lo veía inalcanzable. De hecho, pienso que si te marcas como único objetivo ser astronauta, es muy posible que no lo consigas, y acabes muy frustrado, porque es algo muy difícil. Pero, por otro lado, cuando vi que se había abierto la convocatoria por primera vez en 12 años, pensé que no perdía nada por intentarlo. La única forma de asegurarme de que no tenía oportunidades para ser astronauta era no presentarse. Y preparé el currículo, la carta de motivación y el formulario con un esmero que creo que no le he puesto a nada en mi vida. Pedí a un montón de amigos que se lo leyeran, que revisaran cada coma. Y después lo di todo, me esforcé mucho durante el proceso. Y cuando ves que de 22.500 personas pasas a 1.500, luego 450, 50… entonces empiezas a pensar, ¿y por qué no?

-¿Cuándo fue ese momento?

-En las pruebas médicas, en la cuarta fase, éramos como 100 personas. Nos midieron la anchura de las piernas, la cintura… Pregunté que para qué eran todas esas medidas y me dijeron que para comprobar que cabíamos en los asientos de la cápsula. En ese momento pensé que la cosa se estaba poniendo seria.

-¿Hubo a quien le rechazaron por no caber en la nave?

-Hubo a quien eliminaron del proceso porque nuestra limitación de altura era de 1,90 metros. O sea, que si medías 1,91 estabas fuera. También te medían los muslos con las piernas juntas para ver si entras en el asiento y a mí solo me sobraba un centímetro, lo que quiere decir que soy bastante grande para ser astronauta.

-¿Cómo le comunicaron que era uno de los 17 elegidos?

-Nos avisaron doce días antes que éramos parte de la selección, pero no nos dijeron si éramos del grupo suplente o de carrera. De eso nos enteramos dos horas antes del anuncio público del 23 de noviembre. Después de eso, viajamos a París desde un hotel que teníamos a las afueras y firmamos el contrato allí mismo, justo antes del anuncio.

-Su sorpresa fue mayor si cabe, porque usted postuló como parastronauta debido a una pequeña discapacidad.

-Sí, yo inicialmente me presenté a la candidatura de parastronauta, porque pensé que sería un poco más sencillo y que seríamos menos personas. Mi pie izquierdo no tiene movilidad completa, pero la verdad es que nunca me ha impedido hacer nada. Y como todos los procesos eran equivalentes, todos hacíamos las mismas pruebas. Nadie me dijo que habían cambiado de proceso en ningún momento hasta dos horas antes del anuncio.

-¿Cómo recuerda ese momento?

-Me dijeron que tenían que haberme grabado la cara. No me lo esperaba. Al final decidieron que mi problema no era ninguna limitación. Tenemos la imagen del astronauta arquetípico de los años 60: pilotos, con una salud perfecta… Por suerte, cada vez se va abriendo más el abanico de los perfiles. Además, lo que yo tengo no supondría ninguna traba, ni siquiera en una situación de emergencia en la que tenga que salir corriendo. He hecho medias maratones, triatlón, juego al fútbol…

-Su padre en una entrevista contaba que usted se apuntaba a escondidas a toda clase de deportes.

-Sí. Hubo un año en el que estaba apuntado a atletismo y fútbol sala; y en los tiempos muertos, entrenaba con los mayores en la pista. Todos los días hacía cuatro horas de deporte por las tardes y los fines de semana eran una locura, porque tenía partidos de tenis de mesa, de fútbol sala, carreras de atletismo… Y el tiempo libre que me quedaba era árbitro de fútbol sala de benjamines. No paraba.

-El tenis de mesa ha sido al que más seriamente se ha dedicado.

-He jugado profesionalmente hasta los 20 años. Llegué a competir en un par de torneos internacionales. Pero después me fui a Polonia y empecé a viajar más.

-¿Vivió en Polonia?

-Me fui de Erasmus el año que coincidía con el fin de mi ingeniería técnica de ese año, y me ofrecieron la oportunidad de hacer un máster allí. Después, he vivido seis años en Inglaterra en etapas distintas y también en Francia algo más de un año.

-¿Cuántos idiomas habla?

-Bien, bien, creo que ninguno (risas). Español, inglés, francés y polaco, aunque estos dos últimos los tengo un poquito más oxidados. Ahora tengo que aprender ruso, para hablar con los colegas de la ISS, y alemán, porque voy a vivir en Colonia.

-A pesar de la dureza de las pruebas, entre todos han hecho muy buenas migas, ¿no es así?

-Creo que hay grupos de Whatsapp de todas las fases. También uno de los 17 candidatos finales. Hay uno de españoles, en el que somos como 60 personas. Ese es un grupo muy activo del que están saliendo muchos proyectos. He conocido alguno de ellos y son personas increíbles. Recuerdo un día que una chica que buscaba voluntarios para probar una pastilla contra el mareo durante un vuelo parabólico. En diez minutos se ocuparon todas las plazas. Y eso que te puede tocar el placebo y pasarlo regular…

-¿Cuál es su relación con Sara García, la otra candidata española escogida?

-A pesar de ser los dos de León, no nos conocimos hasta que entramos en el proceso, aunque eso fue relativamente pronto. Quedamos muchas veces, desde el principio nos hemos llevado muy bien y, encima, tenemos muchos amigos en común. Además, hemos pasado por toda la selección juntos, y eso une mucho. Hablo todos los días con ella. Es una compañera estupenda.

-¿Sobre qué versan sus conversaciones?

-Tenemos un calendario compartido, por lo que normalmente hablamos de lo que nos toca hacer ese día. Y siempre te llega alguna petición extraña que comentas, que no te esperas, como que te llamen para dar el pregón de algún pueblo perdido o participar en un programa de cocina. Incluso ha habido peticiones para participar en un podcast erótico…