Pese a golpes y extorsiones, sí vale la pena cruzar la frontera: mexicano en Texas

David atravesó cerros y alcantarillas para llegar a Estados Unidos, además sufrió agresiones de la autoridad, pero no se arrepiente de su decisión.

Miles de personas persiguen el llamado sueño americano todos los días, pero el camino es peligroso y no todos lo completan; por eso David se considera afortunado al dormir en Texas.

Oriundo del Estado de México, David (cuyos apellidos se reservan por seguridad) decidió probar su suerte y contratar a un pollero para cruzar hacia Estados Unidos desde Ciudad Juárez.

«Sacrificas mucho, por ejemplo yo no veo a mis hijos. Pero desgraciadamente allá en México para una persona promedio, como soy yo que sólo estudié hasta la preparatoria, aspiras a ganar 6 o 7 mil pesos al mes. Cuando yo tengo que dar una pensión de 6 mil varos, tan solo para mis hijos», comentó a MILENIO.
Esa decisión fue complicada, pero tras analizar su situación y compararla con la de su entorno concluyó que sí vale la pena emprender el tortuoso viaje a la Unión Americana.

«He estado preguntando a mis amigos allá (en México) cuánto dinero ganan, porque estoy haciendo una comparación para ver si vale la pena (venir aquí). Y yo digo que sí vale la pena hacer el sacrificio», reconoció en videollamada.

Cruzar la frontera de forma irregular es peligroso, difícil y frustrante, pero David lo consiguió gracias a su ambición de darle a su descendencia un mejor futuro.

«Aquí (en Estados Unidos) trabajas ocho horas diarias y sacas 600 dólares a la semana (10 mil 150 pesos mexicanos) y aunque sí es más cara la vida aquí me alcanza para darles mucho más a mis hijos, lo doble de lo que les daba allá, yo trabajo menos y pues todavía puedo pagar mi deuda (con el pollero), espero en unos dos o tres meses pagarla», explicó.
¿Cómo es cruzar la frontera hacia Estados Unidos?

David intentó tres veces, sin éxito, atravesar los cerros que separan El Paso (Texas) de Ciudad Juárez (Chihuahua), hasta que a la cuarta consiguió pasar… a través de un canal de aguas negras. 

«Cruzamos muy rápido, en unos 10 o 15 minutos, pero hubo un momento en el que el agua te llegaba hasta la barbilla. Hacía frío, era diciembre, y todos cubiertos de agua llegamos a la orilla de una alcantarilla que conectaba con una calle de El Paso pero ahí estaba la migra», recordó.
Para evitar ser atrapado, de nuevo, David tuvo que esperar escondido toda la noche junto a otras 15 personas hasta que la Patrulla Fronteriza se fue.

«El problema fue esperarse desde las 9 de la noche, mojados, con un chingo de frío. Y tuvimos que esperar hasta las 8 de la mañana cuando por fin se fue la migra de ese punto. Estuve enfermo como por dos semanas (…) por el frío que había no nos secamos durante la noche», relató.
Por fortuna, luego de pasar por una casa de seguridad (similar a la que habitó en Chihuahua antes de cruzar), llegó a casa de su familia para comenzar a trabajar. Pero antes de eso fue víctima de golpizas y extorsiones, a manos de la autoridad.

«Desgraciadamente a veces la gente que te tiene que cuidar, que es la Guardia Nacional, es la que más te chinga. Yo le tenía más miedo a que me agarraran ellos a que me agarrara la migra, porque literal me golpearon con sus armas, me empezaron a dar de patadas y nos empezaron a basculear (revisar los bolsillos)», denunció. 

Según cuenta, las autoridades mexicanas lo agredieron y le cobraron para dejarlo ir. A él y al pollero, al que golpearon con más fuerza «porque decían que ya lo conocían».

«Yo tuve que dar 2 mil pesos que llevaba en mi cartera, y la persona (que nos cruzó) tuvo que bajar como dos cerros y otra vez subir para que llevara otros 5 o 6 mil pesos. En total esa noche la Guardia Nacional cobró como 8 mil pesos para dejarnos libres. Fue la única vez que me agarró la Guardia Nacional pero quedé paniqueado», acusó.
Caso contrario a los agentes de migración estadunidenses, a quienes David reconoce por el buen trato que le dieron en las dos ocasiones que lo arrestaron al intentar cruzar. 

«Te protegen, la verdad nunca me sentí en peligro cuando estuve en sus manos. Me sentí más inseguro en México», agradeció.
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Para David, el camino hacia Estados Unidos es infernal, pero la estadía es amena porque puede llevar una vida normal pese a su estatus migratorio. 

«En El Paso hay mucha gente trabajando. El problema nada más es cruzar y cuidarte de los retenes de migración. Aquí en las calles mientras yo no me acerque a migración no tengo problema, vivo mi vida normal. Voy a los centros comerciales, entro a las tiendas como cualquier otra persona que vive aquí», celebró.
Actualmente, el mexicano trabaja en un negocio familiar de pintura, que tiene buena clientela porque opera cerca de un campo militar donde la gente se muda con frecuencia. Y asegura no temer a ser deportado.

«Si tú vas a andar de malandrín te tienes que preocupar porque vas a generar un historial malo y cualquier policía que te encuentre te va a querer procesar ante migración (…) pero si vas a ser una buena persona no vas a tener problemas», consideró.
El migrante niega que las posturas del gobernador texano Greg Abbott afecten directamente a vida diaria, pues conoce casos de otras personas que fueron deportadas en otros estados con leyes menos estrictas. Él atribuye eso al comportamiento de cada persona.

«Tenemos el caso de una persona que había tenido muchos problemas: había entrado a la cárcel, lo habían encontrado en drogas y lo agarraron el Walmart porque se robó un suéter. La policía que lo agarró sí lo mandó a migración, pero porque él ya tenía antecedentes… y eso fue en California», ejemplificó.
Para el mexiquense, la mejor manera de permanecer en Estados Unidos es llevar una rutina tranquila y no violar las leyes, independientemente de la entidad en la que se encuentre.

«Eso (la deportación de su amigo) fue en California, donde hay muchos derechos para los latinos y muchas protecciones, pero si vas a estar haciendo cosas malas pues en todos lados. Y él no era nacido aquí, se vino desde chico, entonces cumplió su condena y lo mandaron a México», reprochó.
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Pagar las cuentas siempre es complicado sin importar el país, pero una economía débil con una moneda devaluada siempre genera más problemas. No es lo mismo ganar en dólares que en pesos. 

«Me gusta más mi país, pero desgraciadamente allá tenía que trabajar prácticamente desde las 6 de la mañana cuando me paraba hasta las 10 de la noche para poder ganar un poquito más», confesó. 
La precariedad laboral de México hizo que David lo abandonara, dejando atrás a dos hijos. El motivo fue que aunque estuviera en el mismo país que ellos, el trabajo le impedía pasar tiempo en familia.

«Sí son sacrificios, pero desgraciadamente yo siempre he dicho que en México se puede vivir, pero quienes tomamos la decisión de venir para acá (Estados Unidos) es para vivir un poquito mejor, y no sobrevivir como allá», concluye.
David es un caso atípico, porque tiene familiares que le ofrecieron trabajo y techo en Texas, pero aún así tuvo que exponerse a los peligros de cruzar la frontera con tal de vivir mejor… decisión de la que no se arrepiente.