Marta Segarra: «Los animales no humanos son seres sintientes, no objetos»

Creditos: Pedro Salado Araba Press

Marta Segarra. Barcelona, 1963 Profesora de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS) y catedrática de Estudios de Género en la Universitat de Barcelona. En Humanimales (Galaxia Gutenberg) explora nuestra relación con los otros animales

¿Cree que la visión jerárquica que se ha impuesto en Occidente y que sitúa al ser humano en lo más alto de la pirámide es errónea? ¿Los seres humanos no están en la cúspide? Es un poco como la discusión sobre el término antropoceno. Se dice que desde hace unos cuantos años hemos entrado en una nueva era en la que es el hombre el que domina la tierra, una nueva era geológica. Sí es verdad que nosotros tenemos un poder que no tienen otros animales, por ejemplo de destrucción del planeta, o por lo menos de muchas de las vidas que hay en el planeta, empezando por la nuestra. Pero yo creo que esta separación radical, esta jerarquía, es muy nefasta, y no sólo por la manera en que tratamos a los animales no humanos. Dentro de nuestra especie, esta superioridad jerárquica se ha empleado también para instaurar desigualdades profundas. 

 Los que defienden la superioridad del ser humano sobre el resto de animales indican que, por ejemplo, nosotros tenemos lenguaje mientras que los restantes animales no. ¿Es así? En realidad los que vemos los especialistas en etología y en estudios animales -una rama un poco más amplia, porque en ella entran no sólo biólogos especializados en conducta animal sino también antropólogos especializados en conducta humana, gente del derecho, de la filosofía o del pensamiento- es que en muchos animales (por lo menos los de las especies que podemos observar más fácilmente porque tenemos más cerca y porque se parecen más a nosotros) hay también un lenguaje. Cada especie tiene su lenguaje. Hay gente que considera que el humano es el único lenguaje que puede expresar cosas sutiles, que puede hacer literatura… Estamos todo el tiempo decidiendo qué es mejor en base a nuestros parámetros humanos, estamos haciendo trampas en el solitario, porque estamos comparando lo nuestro con algo que no podemos entender, porque no tenemos los medios para entender cómo se comunican otras especies. Ahora hay muchos libros de cómo se comunican los perros o los gatos, pero estos son animales que conviven con nosotros y por lo tanto han aprendido a traducir su lenguaje al nuestro, como nosotros también hemos aprendido a traducir las cosas para nuestro perro o nuestro gato. Pero, ¿cómo comunican las especies en libertad? No sabemos exactamente cómo comunican los pájaros y cada pájaro, porque cada especie es distinta, no comunican igual las gallinas que los gorriones. Esta separación radical entre humano y animal ha hecho también que consideremos a los que llamamos animales como un todo, cuando en realidad son muy distintos entre ellos. 

¿Quiere decir que la separación entre humanos y animales ha servido para justificar la violencia contra los animales? Totalmente. Ha servido para justificar la violencia y la explotación, que es otra forma de violencia; no sólo el maltrato sino también el uso de los animales como si fueran materia prima, materia sin vida. Porque una cosa es el ganadero que tiene 20 vacas, o incluso cien, y otra cosa son las granjas industriales, que son las que predominan en occidente y ahora también en China y casi en todas partes. Esas granjas industriales son en realidad inmensas fábricas de proteína en las no parece que haya animales vivos, y es donde se ve mejor hasta qué punto hemos llegado en la explotación de otros animales.

El pensamiento occidental tradicionalmente ha hecho una división entre lo humano y lo animal. ¿Los partidarios de la humanimalidad están en contra de esta separación?  Sí, exacto. Pero es importante explicar esto bien, porque no quiere decir que todos los animales sean o seamos iguales. Somos muy diferentes. Pero no sólo los humanos del resto de animales, sino todos los animales entre sí. Una bacteria es muy distinta de un elefante, una hormiga de un delfín. Y dentro de las mismas familias de especies, también hay grandes diferencias. Pero lo que hay detrás del concepto «animal» es una especie de categoría aparte que hemos creado los humanos, como si no tuviéramos nada que ver con el resto. Y esa categoría aparte que hemos creado la consideramos excepcional. Nos creemos excepcionales, no ya distintos, que es verdad que lo somos, sino excepcionales. Y por lo tanto, los otros animales no entran dentro de cualquier regla ética o de conducta que podamos asumir como propia dentro de la misma humanidad.

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