Ser auténtica

Dentro de un mes exactamente se llevará a cabo la elección más importante en la historia democrática de México. Sin exagerar, se trata de una contienda entre dos polos irreconciliables en su forma de entender el país y de concebir a la democracia como forma de organización política y como forma de vida.

Estamos ante la presencia de un proyecto centralizador del poder cuya definición de democracia se limita a una vinculación entre el Ejecutivo y el denominado “pueblo”, cuya abstracción anula la voluntad individual del ciudadano. Esta concepción de lo democrático en realidad pretende esconder su objetivo de construir un régimen autoritario y sin equilibrio de poderes. Su desprecio a la democracia representativa reproduce los argumentos de las democracias populares durante el régimen soviético, así como su readaptación en los populismos iliberales de este siglo.

Durante el último debate presidencial entre Claudia y Xóchitl esto quedó demostrado en el fondo de cada disputa verbal entre ambas contendientes, y en donde la capacidad retórica de X superó por mucho la rigidez y el monólogo de la candidata morenista.

Sheinbaum reprodujo fielmente el mensaje que el presidente le exigió después del primer debate, incluyendo cifras que como las de un crecimiento de la economía de 3.2% durante el sexenio, no coinciden con una realidad de un aumento apenas de 1% durante esta administración. Pero más allá de un manejo de cifras sin sostén, el problema de Claudia radicó en el modo impersonal de dirigirse a la audiencia como si se tratara de un discurso de campaña en donde un público cautivo aplaude sin escuchar lo que se dice.

Por su parte Xóchitl sí hizo la tarea. Se quitó de encima a aquellos que le imponían formas y argumentos propios de una candidata que no era ella, y supo manejar sus tiempos para dejar a Claudia sin oportunidad de responder o cerrar ninguno de los segmentos de la discusión. Si bien es cierto que no la noqueó, sí ganó la pelea por unanimidad al grado de que Sheinbaum se mostró molesta y enojada respondiendo que las acusaciones de Gálvez a temas como el del Metro o la escuela Rebsamen ya habían quedado aclarados sin argumentar algo que sustentara esta afirmación.

Para la candidata de la oposición el mes que le queda de campaña tendrá que dedicarlo exclusivamente a explotar esa imagen de espontaneidad y credibilidad mostrada en este debate, mientras que la morenista deberá al menos expresar cierto grado de independencia frente a López Obrador y de cercanía hacia un electorado que considera cautivo y que se le puede escapar en el último minuto.

Así, mientras Xóchitl requiere mostrarse auténtica el resto de la contienda, Claudia tendría que hacer algo que esconda su soberbia y falta de tacto al conectarse con el electorado. Nada más.