¿Prohibir los celulares en colegios?


La propuesta de prohibir los celulares en los colegios durante los espacios de clase e incluso en los momentos de transporte propone un debate que ha tardado mucho tiempo en darse. Ante el aumento del cibermatoneo y la complejización de los mecanismos que utilizan las redes sociales para volver adictos a sus usuarios, el sistema educativo se ha quedado paquidérmico y sin capacidad de adaptación. El reto principal es que hemos visto cómo las redes causan problemas de salud mental y que los dispositivos electrónicos modernos, más que ser aliados en el proceso de aprendizaje, se convierten en una distracción ineludible, dañina y que necesita ser atendida.

Los 27 colegios pertenecientes a la Unión de Colegios Internacionales de Bogotá (Uncoli) anunciaron en un comunicado que cada una de las instituciones tomará medidas para prohibir los teléfonos en los espacios de clase. Esto, porque “la presencia de estos dispositivos durante la jornada escolar tiene efectos adversos sobre la salud mental, contribuye al desarrollo de comportamientos adictivos, reduce la calidad de las interacciones sociales, disminuye el interés por la actividad física, incrementa el bullying y el cyberbullying, además de generar una disminución importante en el rendimiento académico”. Al mismo tiempo que se anuncian esas medidas, hacen un llamado a “las familias para que se unan a este esfuerzo, retrasando tanto como sea posible la entrega de dispositivos móviles a los niños y jóvenes, y regulando de manera aún más estricta el acceso a las redes sociales”. Las alarmas llevan varios años encendidas. El problema siempre que se habla de una prohibición es que se trata de la intervención en espacios de autonomía de las personas, así sean menores de edad. Hace unos años, justo antes de la pandemia, en Colombia se dio el debate sobre prohibir los celulares en las clases por ley. En aquel entonces, la oposición de expertos indicó una crítica que sigue siendo válida: la política pública en educación no se puede hacer mediante prohibiciones generales que no tienen en cuenta los retos educativos de cada institución, su contexto y el hecho de que el Estado siempre llega tarde a las discusiones sobre la tecnología. Sin embargo, en estos años la inacción ha sido la norma, lo que lleva a otro problema innegable: el analfabetismo moderno es sobre las redes sociales y sus efectos, así como las herramientas disponibles para reducir sus impactos más negativos. Según la Unesco, el tiempo medio que tarda un alumno en recuperar la atención después de recibir una notificación ronda los 20 minutos. A principios de este año, el Consejo Escolar de Estado de España prohibió los celulares en primaria y limitó sus usos en la secundaria. Escribiendo sobre el tema, Julián de Zubiría, experto en educación, explicó en su columna de El Espectador que “los estudios de factores asociados a los resultados de las pruebas PISA de 2022 encontraron algo muy diciente: un acceso prudente, mediado y limitado a las redes es muy positivo a nivel académico, pero una alta permanencia en redes sin la mediación adecuada resulta especialmente perjudicial. Los jóvenes de 15 años alcanzan mejores resultados cuando utilizan las redes hasta una hora diaria con fines académicos, pero su rendimiento se deteriora de manera significativa con tiempos más largos, muy especialmente cuando se utilizan para el ocio”.

Entonces, necesitamos que cualquier prohibición de los celulares venga acompañada de una estrategia de educación a los alumnos, padres y maestros. De poco sirve negar el avance de la tecnología, pero ha pasado mucho tiempo sin que nos tomemos en serio los efectos negativos que ha traído consigo.