¿Los Ni-Ni olvidados?

Algunos los llaman la generación “ni-ni” porque no estudian ni trabajan. Podríamos creer que se trata de jóvenes con cierto desinterés, pero las más de las veces responden solo a lo que la realidad les impone. 

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Y esto se percibe cuando se analizan los números y se reconoce que la mayor parte de quienes integran esta categoría son argentinos que crecieron en condiciones de vulnerabilidad.

Según la reciente investigación “Jóvenes de 18 a 24 años que no estudian ni trabajan en la Argentina urbana pre-post pandemia (2017-2021)”, realizada por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), uno de cada cuatro jóvenes argentinos de ese segmento no estudia ni trabaja. Incluso, el estudio subraya que la cifra se mantuvo por encima del 25% entre 2017 y 2021.

Pero allí no termina el análisis, pues también pone en evidencia cómo afectan al desarrollo de los jóvenes el género y las condiciones sociales en que vivan. Así, el porcentaje “ni-ni” en el estrato trabajador marginal es del 45,5%, mientras que en los hogares de clases medias profesionales la tasa cae al 2,4%. Además, la cantidad de mujeres que no estudian, no trabajan de manera remunerada ni buscan empleo duplica de manera estructural a sus pares varones (20% contra 10%, respectivamente, en 2021).

Esta situación se reproduce de manera agravada cuando incluimos a los desocupados en el déficit: 3 de cada 10 jóvenes mujeres (22,9%), versus 2 de cada 10 jóvenes varones (20%) no estudian ni trabajan de manera remunerada. Esto es doblemente llamativo cuando se reconoce que hay más mujeres escolarizadas.

En los próximos años la brecha entre quienes estén preparados para trabajos calificados y aquellos que no irá acrecentándose. Ya lo adelantó la Unesco: en el corto plazo, el 75% de los empleos estará relacionado con las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y eso dejará fuera del mercado a quienes no tengan la capacitación suficiente.

En una economía que no genera empleo, las posibilidades de vislumbrar un futuro promisorio se minimizan. El desgano gana terreno y la falta de oportunidades multiplica los planes sociales, alejando a los jóvenes de su dignidad y condenando al país a verse privado de sus aportes.

A esto hay que agregar que la escuela media hoy no está ofreciendo contenidos a la altura de un mercado laboral cada vez más exigente.

Los números ponen de manifiesto que llegó el momento de salir de las pseudorrespuestas ya probadas en la Argentina para ir por formatos innovadores.

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En 2017, Inglaterra propuso adoptar los consejos de sir John Holman. En su informe “The good career guidance” (La buena orientación profesional, en inglés), el profesor emérito de Química de la Universidad de York planteaba ocho puntos que fueron sumados de manera obligatoria a la currícula de todos los centros financiados por fondos públicos. Proveer a los alumnos de acceso a información de calidad, asesoramiento personalizado, encuentros con empleadores, experiencias de primera mano, contenido curricular vinculado al mundo laboral, son algunos de los imperativos que sabiamente se propusieron.

El resultado sorprendió: se redujo en un 9,7% la tasa de alumnos que, tras acabar su instrucción básica, dejaban de estudiar o no comenzaban a trabajar. Incluso en los centros con un alumnado en condiciones sociales más vulnerables, el descenso de estos indicadores alcanzó el 20%, según datos del Departamento de Educación Británico.

La propuesta es simple: interiorizarse sobre las demandas de talento vigentes en el mercado laboral para capacitarse en consecuencia. ¿Acaso no podría el Ministerio de Educación de la Nación coordinar un trabajo similar? ¿Cuánto le cuesta al Gobierno trazar una estrategia que reúna las necesidades y las soluciones que empresas y jóvenes demandan hoy para acceder a un mejor futuro?

Es imperativo dejar de ver a quienes “ni trabajan ni estudian” como personas desganadas, cómodas o apáticas, por cuanto son el resultado de lo que el país les ofrece. Ese mismo escenario es el que a quienes pueden prepararse termina expulsándolos fronteras afuera. Educar para el trabajo y promover el desarrollo son desafíos impostergables cuando los jóvenes nos interpelan.