Lo dicho, las bolas y el engrudo de Dante

BOLAS Y ENGRUDO

Por meses, Dante Delgado mantuvo en relativo secreto su acuerdo con Marcelo Ebrard para que el partido Movimiento Ciudadano fuera su tabla de salvación. Esa afición por el secretismo ofendió a varios integrantes de MC, sobre todo permitió a Samuel García, animado constantemente por el presidente López Obrador en conversaciones privadas y discursos públicos, ir construyendo la idea de su candidatura a la Presidencia. En parte esa es la explicación del silencio ebrardista de semanas.

Al final de cuentas, Samuel se le adelantó a Dante y se hizo el candidato.

Vaya usted a saber si fue la ignorancia, la soberbia, la necesidad, alguien nunca vio que la petición de licencia de García implicaría dar el poder de elegir a su sucesor a la oposición en el Congreso neolonés.

Y pues ya vimos.

El argumento de Samuel de que el Congreso tiene que elegir a uno como él… pues podría hacer algún sentido, pero no legal. Menos después de que el discurso insistente de Movimiento Ciudadano, el que les dio el argumento para no unirse al frente, es que el PRI y el PAN son una cosa horrible del pasado. Y es cierto que esa oposición le ha hecho la vida más que complicada a Samuel García.

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Sean serios: ¿Qué creían que iba a pasar? ¿A quién se le ocurrió que el PRI y el PAN de Nuevo León aceptarían tranquilos nombrar a quien Samuel y MC quisieran, al mismo tiempo que todo emecista que se respete se los madrea más que a Morena?

El terrible espectáculo en el Congreso de Nuevo León es —seré generoso— la peor imagen del partido que se dice la modernidad, el futuro, los que no son como antes, los que odian la vieja política. Pues sí, bombas de humo.

El desastre es de tal tamaño que un partido que nos viene presumiendo que gobierna dos estados muy relevantes del desarrollo del país, de repente se quedará con uno antes de arrancar campaña.

O, si quiere seguir gobernando Nuevo León, se quedará sin el candidato a la Presidencia al que ya le habían metido dinero y esfuerzo.

Vaya usted a saber, a lo mejor hasta volvemos a escuchar el nombre del ex canciller. Porque uno se queda con la impresión de que Samuel, el nuevo, envejeció pronto.