Es imperativo modificar el impuesto a las ganancias

Cualquier reforma tributaria debe ser el resultado de un debate serio y profundo, que no sea objeto de parches ni de proyecciones electoralistas

Sergio Massa, el día en que como ministro de Economía y candidato a presidente, anunciaba la eliminación del impuesto a las Ganancias: otro parche electoral que solo llevó a agravar las cosas a futuro
Sergio Massa, el día en que como ministro de Economía y candidato a presidente, anunciaba la eliminación del impuesto a las Ganancias: otro parche electoral que solo llevó a agravar las cosas a futuroRodrigo Nespolo.

El impuesto a la renta es uno de los tributos más aplicados en el mundo, pues responde a su carácter progresivo, como esquema ideal en el sistema tributario. Ello implica que a mayor renta corresponde un mayor impuesto. Si la progresividad es razonable y las deducciones personales son adecuadas, el impuesto resultará equitativo, acompañará la capacidad contributiva de las personas y se convertirá en uno de los tributos menos distorsivos.

Lamentablemente, en nuestro impuesto a las ganancias, sucesivos parches legales han derivado en que hoy no cumpla los objetivos que debería tener un impuesto de este tipo. Estas distorsiones reconocieron un hito con la reforma de la ley 27.725, conocida como ley Massa. Surgen así diversos parches, que desnaturalizan el impuesto, con diversos conceptos que no se consideran gravados a tales fines. A ello se suma la falta de deducciones personales adecuadas y una irrazonable escala de imposición.

Todas estas distorsiones se agravan con los compartimientos estancos de la tributación sobre las rentas. Los salarios hasta 2.340.000 pesos brutos, equivalentes a menos de 15 salarios mínimos vitales y móviles, no pagan actualmente impuesto a las ganancias. Por el excedente de ese monto se paga un impuesto independiente –impuesto a las ganancias cedular–, sin mayores posibilidades de deducir la mayoría de los gastos que podían deducirse antes de sancionada la mencionada ley.

Los cambios temporarios en las normas tributarias que se transforman en eternos nos alejan de la previsibilidad y la seguridad jurídica

La propuesta de reformas del impuesto en el paquete fiscal, aprobado por Diputados y en discusión en el Senado, corrige en gran parte estos problemas. No obstante, el mínimo imponible, de 1.800.000 pesos para un trabajador soltero y de 2.400.000 pesos para uno casado con dos hijos, sigue siendo muy bajo, teniendo en cuenta que esa cifra no está muy por encima del costo de una canasta familiar.

La iniciativa tampoco resuelve adecuadamente la situación de quienes tienen ingresos un poco más altos. Especialmente si nos comparamos con países como Estados Unidos, donde quienes le dejan al fisco el 35% de sus ingresos son aquellos contribuyentes cuyas rentas exceden los 245.951 dólares por año, un monto mucho más alto que el que se aplica en la Argentina.

Sin duda, la falta de una apropiada actualización de las deducciones permitidas –algo que no resolvió sino que agravó la ley Massa– ha hecho que, cada vez más, modestos salarios medios experimentaran una mayor carga impositiva.

En la mayoría de los países desarrollados el impuesto a la renta es el que genera la mayor recaudación (un 70%). En la Argentina, si se considera la recaudación de impuestos nacionales entre enero y abril de este año, representa apenas el 18,17% –incluyendo las empresas–, mientras el IVA alcanza el 47,79%; el impuesto al cheque, el 9,24%, y el impuesto PAIS, el 9,25%. Esto nos lleva a que todo lo que compramos contenga en promedio un 50% de carga impositiva.

Por su parte, el último dato del mes pasado registra un crecimiento del 10% de la recaudación impositiva, luego de ocho meses de caída real interanual. Esa situación responde al significativo aumento de Ganancias, merced a la devaluación de diciembre de 2023 y los tributos vinculados al comercio exterior, entre los que se destaca el impuesto PAIS, cuya suba fue del 1239,3% anual.

Está claro que cualquier reforma tributaria debe ser el resultado de un debate serio y profundo, alejado de la demagogia electoralista, de tal manera que no deba ser objeto de nuevos parches al poco tiempo de su sanción. Los cambios permanentes en las normas tributarias, tanto como los impuestos sancionados con carácter extraordinario y temporario que pronto se transforman en eternos, solo nos alejan de la normalidad económica, que debe estar signada por la previsibilidad y la seguridad jurídica.

Sin dudas, la iniciativa aprobada por la Cámara de Diputados, por estas horas analizada en el Senado, será mejor que el régimen actual, derivado de la reforma ideada por Massa el año pasado, siempre que se complemente con adecuadas deducciones personales que tornen equitativo el impuesto sobre los ingresos, como lo es en muchos otros países.