La encapsulación molecular o el arte de oler bien

Desde perfumes hasta desodorantes y detergentes, exploramos cómo los aromas influyen en nuestras vidas y cómo la encapsulación molecular impulsa la innovación en esta floreciente industria.

La industria de los aromas es uno de los sectores más importantes del tejido empresarial. En España se vendieron 79 millones de perfumes en 2021, lo que supuso un incremento del 26% respecto al ejercicio anterior. Estas cifras no nos deben extrañar ya que el perfume es un complemento esencial para los españoles (el 94,6% lo utiliza con mayor o menor frecuencia y el 54,7% lo usa a diario). Pero los aromas no se encuentran solo en perfumes. Desodorantes, ambientadores, detergentes, etc. también utilizan en su formulación ingredientes con gran potencial aromático.

Como podrán imaginar los laboratorios de I+D+i de las empresas del sector tienen gran responsabilidad en el éxito de sus productos. Sin embargo, en los últimos años sus científicos se están enfrentando a un grave problema: la alta volatilidad de muchos compuestos aromáticos provoca que, aunque el olor sea muy intenso en un primer momento, se pierda rápidamente.

El problema de la alta volatilidad de muchos compuestos aromáticos tiene solución con la encapsulación molecular. Foto: Istock

Para solucionar este inconveniente son muchas las técnicas que se están desarrollando, pero, si tuviese que elegir solo una, esa sería sin duda la encapsulación molecular, un proceso mediante el cual determinadas sustancias bioactivas (llamadas moléculas huésped) son introducidas en un agente encapsulante. Existen diferentes métodos de encapsulación de aromas (físicos, químicos, bioquímicos…) y su elección depende de factores como el tamaño y la naturaleza de la molécula a encapsular, las propiedades físico-químicas del agente encapsulante, el mecanismo de liberación deseado o el costo total del proceso de encapsulación.

¿Para qué sirve la encapsulación molecular en el campo de las fragancias?

Su principal aplicación reside en que la molécula huésped se libera gradualmente al ambiente, con lo que se prolongan en el tiempo sus propiedades aromáticas. Además, sirve para proteger los compuestos aromáticos de la degradación producida por distintos agentes como el calor, aire, luz, humedad…; para modificar sus características físicas y hacer más fácil su manejo; para enmascarar malos sabores y olores; para estabilizar aromas inestables…

Citaré a continuación dos aplicaciones concretas de la encapsulación molecular en el campo de los aromas.

Muchos desodorantes y perfumes emplean en su formulación maltodextrinas, polisacáridos con capacidad encapsulante obtenidos por la hidrólisis parcial, ácida y/o enzimática del almidón presente en arroz, maíz o patatas. Desde el punto de vista químico las maltodextrinas son oligosacáridos formados por diversas unidades de glucosa unidas por enlaces alfa (1-4) y enlaces alfa (1-6). Además, poseen una gran solubilidad, una alta capacidad para unirse a moléculas huésped y, sobre todo, tienen un bajo costo comparadas con otros materiales encapsulantes.

Pues bien, gracias a su capacidad encapsulante las maltodextrinas son capaces de atrapar muchas sustancias aromáticas (como el geraniol o el linalool presentes también en la composición de desodorantes y perfumes) formando microcápsulas. Cuando añadimos el desodorante o el perfume sobre nuestra piel las microcápsulas maltodextrinas/aromas se adhieren a nuestro cuerpo. Posteriormente, y a medida que vamos desarrollando nuestra actividad diaria, estas microcápsulas se van rompiendo por la fricción con la piel y los compuestos aromáticos se liberan de forma constante y gradual a la atmósfera provocando que el olor agradable perdure en el tiempo. De esta forma se prolonga la eficacia del desodorante durante un período superior al que se alcanzaría si los aromas no estuviesen encapsulados en las maltodextrinas.

Las maltodextrinas poseen una capacidad encapsulante que les permite capturar una amplia variedad de sustancias aromáticas. Foto: Istock

Otro ejemplo lo tenemos en algunos ambientadores que tienen como objetivo eliminar malos olores de diversas estancias. Para tal fin emplean en su lista de ingredientes ciclodextrinas, oligosacáridos cíclicos que contienen de 6 a 12 unidades de glucosa y cuya principal peculiaridad es su forma tronca cónica (similar a un donut) con un interior altamente apolar y una superficie exterior hidrofílica. Su principal propiedad es la de encapsular en su interior moléculas hidrofóbicas, como las responsables de muchos malos olores. Esto permite retirarlas de la atmósfera al emplear el ambientador. En este caso, y al contrario de lo que ocurría con los desodorantes donde se adicionaban moléculas deseables, se retiran compuestos indeseables.

Estimados lectores, como hoy les he vuelto a demostrar el progreso científico-tecnológico no solo es responsable de los grandes descubrimientos que asombran a millones de personas, sino que también se encuentra detrás de muchos productos imprescindibles que forman parte de nuestra vida cotidiana.