El planeta enano que desbancó a Plutón

El descubrimiento de Eris desencadenó el debate entorno a lo que era realmente un planeta que tendría como consecuencia la reclasificación de Plutón como planeta enano. Se cumplen 20 años de las primeras observaciones de este lejano y frío cuerpo que habita el exterior del sistema solar.

Una de las noticias científicas más populares y polémicas entre el público general de lo que llevamos de siglo XXI fue sin duda la decisión de relegar a Plutón a la categoría de “planeta enano”. Cuando esto ocurrió, en agosto de 2006, fue noticia en todo el mundo. Durante semanas y meses no se hablaba de otra cosa en la sección científica de periódicos, telediarios y medios de comunicación en general. También la divulgación científica se hizo eco de esta noticia, intentando dar algo de sentido al inesperado anuncio. 

A pesar del cariño mostrado a Plutón desde diferentes medios, la decisión no cambió. La ciencia no funciona por sentimentalismos (al menos no en principio). Las categorías que hemos creado para entender el mundo, a veces deben redefinirse. Esto ocurre constantemente. En la mente humana es muy útil clasificar la naturaleza dentro de ciertas cajas mentales, cada una con unas propiedades claramente diferentes a las de las demás cajas. El universo sin embargo suele regirse por continuos. Las diferencias entre dos grupos no son bruscas, sino que se producen gradualmente.

Representación artística del planeta enano Eris con su oscura luna Dysnomia

Cajas mentales

Esto ocurre en biología, con el concepto de especie o incluso con el concepto de vida o de ser vivo. Por mucho que queramos, nos resulta complicado definir exactamente qué es una especie o qué es un ser vivo. Esto no significa que no podamos distinguir a un tigre de un castaño ni que no sepamos diferenciar entre una roca o un tardígrado. Las dificultades surgen cuando intentamos diferenciar entre dos poblaciones de una especie de pájaro concreto o cuando intentamos decidir si un virus, o una parte de una célula, cuentan como seres “vivos” o no. Algo similar ocurrió con planeta. Nadie duda entre la diferencia intrínseca entre Júpiter y un asteroide de unos cientos de metros de tamaño, pero en los cuerpos de algunos cientos de kilómetros la distinción se desdibuja. Hasta finales del siglo XX, cuando apenas conocíamos objetos situados en esta franja de tamaño, esto no era un problema. Cuando empezamos a descubrirlos fue cuando se hizo necesario replantearse qué era un problema cuidadosamente. El principal responsable de esto fue Eris, observado por primera vez hace ahora 20 años.

El culpable de todo

Eris orbita alrededor del Sol en lo que se conoce como el disco disperso, más allá de Neptuno. Este disco estaría formados por objetos que una vez pertenecieron al cinturón de Kuiper, pero que por interacciones gravitatorias con otros cuerpos acabaron ocupando órbitas todavía más grandes y lejanas al Sol. Fue descubierto en enero de 2005 a partir de fotografías tomadas en octubre de 2003 y lleva el nombre de la diosa griega de la discordia y la contienda, un nombre que resultó ser apropiado dada la reevaluación que provocó en la comunidad astronómica sobre la definición de un planeta. Aunque Eris es ligeramente más pequeño en diámetro que Plutón, posee más masa. Por un tiempo, se consideró que Eris podría ser el objeto más grande del cinturón de Kuiper, pero mediciones más recientes indican que Eris y Plutón son muy similares en tamaño.

Eris tiene una órbita muy elíptica, así que su distancia al Sol varía significativamente a lo largo de su trayectoria. En su punto más alejado, Eris se encuentra a casi el triple de la distancia que separa a Plutón del Sol. Además, a su alrededor orbita un satélite natural llamado Dysnomia, que recibe su nombre de la hija de Eris en la mitología griega, representando a la diosa de la anarquía. Las observaciones telescópicas sugieren que la superficie de Eris es similar a la de Plutón, siendo probablemente compuesta en gran parte por hielo de nitrógeno.

Reclasificando Plutón

El descubrimiento de Eris desencadenó un intenso debate sobre qué es realmente un planeta en nuestro Sistema Solar. Ante este descubrimiento y el de cuerpos de tamaños comparables, como Haumea o Makemake, se planteó la posibilidad de añadirlos a la lista de planetas del sistema solar. Se decidió no seguir este camino, pues rápidamente podríamos colocarnos con 15 o 20 planetas diferentes. Júpiter y los nuevos cuerpos descubiertos eran suficientemente diferentes como para no hacerlo. Dado esto, la cuestión estaba entre si mantener a Plutón entre los planetas o no. Si lo hacíamos significaría que estamos decidiendo arbitrariamente que Plutón constituye el límite inferior de lo que necesita un objeto para ser considerado planeta. Si lo eliminábamos de este grupo, no podíamos clasificarlo como asteroide o simplemente como objeto transneptuniano, porque tenía algunas propiedades muy diferentes. Se decidió por tanto la opción que ya conocemos: crear una nueva categoría, la de planeta enano. Estos cuerpos tendrían características a medio camino entre los planetas y los asteroides o el resto de cuerpos de menor tamaño.

Se definió esta nueva categoría en base a tres criterios. Los planetas enanos serían aquellos cuerpos del sistema solar que orbitaran directamente al Sol y tuvieran forma esférica, que no hubieran sido capaces de limpiar su órbita de cuerpos de tamaño comparable. Los dos primeros criterios los compartían con los planetas y los distinguían de las lunas. El tercero marcaba la diferencia con sus hermanos mayores. Mientras que los planetas de Mercurio al Sol contienen la grandísima mayoría de la masa de todos los objetos con los que comparten órbita, no se puede decir lo mismo de Plutón y el resto de planetas enanos. Plutón concretamente solo contiene el 7 % de la masa total de todos los objetos con los que comparte órbita, mientras que la Tierra sobrepasa el 99’999 %. Plutón es el objeto más grande y masivo de esa órbita, pero no la domina. Eris se encuentra en una situación similar, suponiendo solo un pequeño porcentaje de la masa total, pero no tenía un hueco en el corazón de los astroaficionados de todo el mundo, aunque bien lo merece.