La ofensiva serial en contra de las mujeres

En el fondo, en cada acto de violencia o asesinato se trata de evitarle a la mujer su naturaleza.

Publicado por: Salvador Pérez A.

Una y otra, prácticamente un día tras otro, una joven mujer, estudiante o trabajadora, no vuelve a llegar a su casa y al poco su cuerpo violentado es encontrado por ahí, en cualquier rincón. Esto ocurre ahora de una manera tan estructurado que hasta inclusive se puede hablar de que el clima de hostilidad y violencia que vive el país ha dado lugar a que surja una especie de asesino serial colectivo que adopta distintas caras y personas, pero que no interrumpe su organizada tarea. Está incluso ya establecida en la mente colectiva la noción de un modus operandi con componentes bien determinados, previsibles, y con ello “normales”.

Después, y como reacción, una forma rapida de organización y movilización de padres y compañeras que dudan de la versión oficial y exigen que el deceso se asuma como feminicidio. Y, por último, se sabe que habrá que estar peleando contra el olvido, la opacidad del proceso judicial, si se llega a eso; las presiones y la corrupción y los arreglos que en lo oscuro poco a poco diluyen el proceso y mediatizan el enojo. Y todo esto se realiza porque, pese a la continua cadena e infinidad de desapariciones y muertes, y el terco movimiento de mujeres organizadas, no se han otorgado cambios y tampoco un clima social y dispositivos institucionales nuevos que actúen de manera permanente, más allá del problema, y que construyan un clima que desmonte desde dentro de las conciencias, de los hogares, escuelas y centros de trabajo esa noción profunda en el ADN social, de que a la mujer corresponde –“ex natura”– un lugar secundario sobre todo si es pobre, trabajadora e indefensa. Un clasismo redoblado.

Y de ahí que la democratización del hogar, de la escuela, de los centros de trabajo no puede continuar confinando a la estrechez de la visión liberal de la democracia, como, por ejemplo, una votación para asignar en el otro la responsabilidad de la transformación. Debe reivindicarse –como revolucionaria– la participación de mujeres (y hombres) con plenos derechos en la construcción cotidiana de ambientes transformadores. Y eso implica desmantelar mucho de la construcción anterior, de siglos y décadas, que habita todos los rincones de los espacios citados. En la escuela y universidad, la democratización implica ver críticamente espacios como la distribución y el acceso al poder institucional y, más básico aún, el acceso y permanencia de la mujer en los centros de conocimiento superior.

 Foto Arturo Campos Cedillo /Archivo