Ataques de pánico

10 minutos de terror, como es tener un ataque de pánico y que pasa con nuestro cuerpo.

Un ataque de pánico implica sufrir un miedo intenso que desencadena reacciones físicas muy alarmantes sin motivo aparente. Una de sus características es la falta de control del afectado sobre el cuándo, el dónde y el porqué.

De todos modos, la persona puede sentir sus secuelas días después debido al estrés anticipatorio que implica no saber cuándo va a vivir otro episodio similar, los síntomas más comunes son palpitaciones, sudoración, temblor de manos, flojedad de piernas, náuseas, molestias abdominales, mareos, dolor de cabeza, opresión en el pecho, sensación de ahogo y sofocación.

Son manifestaciones fisiológicas que alertan al organismo de que existe una amenaza (en este caso imaginaria) contra su integridad física o psicológica.

Este fenómeno también se asocia con un déficit cognitivo. Algunas investigaciones han demostrado que haber padecido uno empeora el rendimiento en funciones como la atención, la memoria de trabajo y la velocidad de procesamiento.

Varios estudios epidemiológicos han demostrado que los ataques de pánico son más comunes en países occidentales con altos ingresos económicos. Además de que personas altamente sensibles o con elevados niveles de neuroticismo y autoexigencia tienen más papeletas de pasar por ese angustioso trance, aunque no hay realmente  una relación causa-efecto para desarrollar un ataque de pánico.

El género es también una variable clave. Numerosos estudios han mostrado que las mujeres tienen casi el doble de probabilidades que los hombres de sufrirlo a lo largo de su vida.

Para tener un mejor control de estos ataques se puede adquirir nuevas habilidades para manejar el episodio en el caso de que vuelva a aparecer. Esto se consigue combinando terapia psicológica y la toma de medicación específica, aunque existen alternativas como la terapia manual.

En México 1% de los mexicanos mayores de 31 años padecen un trastorno de pánico.