Jolgorio de catrinas, brujas y vampiros, en el Cenart

Al llegar la noche, en el Centro Nacional de las Artes caminan y gritan fantasmitas, catrinas, brujas, vampiros, un astronauta con rostro calavérico y muchos mas.

 

La gente se agrupó para escuchar al Coro Acardenchado, se recitaron poesías y décimas de Durango y Coahuila, y después de funciones de teatro, música y narraciones orales, la visita nocturna al Centro Nacional de las Artes el pasado martes terminó con una gran fiesta animada con los tambores de una batucada. Foto Roberto González Ortiz

Un canto fúnebre y melancólico paso por los senderos oscuros de los jardines con los cantos cardenches a voz propia que nacieron del dolor en los campos del norte del país. “No moriré jamás”, se oyó el lamento, “ya me voy. Adiós, mujer. Adiós, para siempre, adiós”.

La visita nocturna el pasado martes culmino con una bella fiesta animada con tambores de una batucada. Al primer día de actividades de la Feria de las Calacas asistieron unos 15 mil asistentes, según cifras de Alas y Raíces, programa federal organizador de la fiesta que resurgió el alma del espacio cultural en honor a los seres queridos que han partido con rumbo al más allá. Los prados desiertos por la noche cobraron vida, entre sendas alumbradas por velas y aromas de flores.

Tiempo después de que oscureció y las llamas comenzaron a dar calor, unas cuantas gotas de lluvia cayeron, el aire se embraveció y los truenos presagiaban una tormenta que no pudo llegar. En cambio, apareció la procesión encabezada por el Coro Acardenchado, alumbrados por velas y regalando flores de cempasúchil. El grupo revive este canto de los viejos sabios, saber con amenazas de desaparecer.

La primera parada fue en honor de los fieles difuntos,en a una de las ofrendas. “Papá, ¿quién es ese de la foto? ¿Lo van a explicar?”, fue la pregunta de un inocente niño, mientras la gente se unió en círculo para oír los cantos cardenches. Luego, siguió el camino entre penumbras, guiados por el brillo del fuego, parando entre los arcos recubiertos de flores y velas. “Yo ya me voy a morir al desierto”. Se expresaron poesías, décimas y letras de estas canciones de los campos de Durango y Coahuila, que expresan el dolor por el corazón roto y la lejanía de seres que han pasado a u mejor mundo.

Decenas de pequeños indiferentes al canto “el búho llega, anuncia la muerte”, continuaban rodando entre el pasto, corriendo y jugando. La ofrenda con Frida al centro, resguardada por cráneos que resplandecían en su interiores, acaparó atención de todos los presentes. Sobre todo las pequeñas calaquitas con aparatos musicales que se activaron con manivelas, cordones y palancas por los pequeños curiosos. “Uno no se va del todo, mientras haya alguien que repita tu nombre”, seguía la procesión.

“Este es el tiempo de la muerte, toda luz se me oscurece entre los dedos”. Indiferentes, las catrinas, fantasmas y brujitas corren entre los prados oscuros.