Los secretos de la mente conspirativa: un estudio desvela los rasgos y motivaciones de quienes creen en conspiraciones
Un estudio meta-analítico identifica los principales factores de personalidad y motivación que se relacionan con la tendencia a creer en teorías de la conspiración.
¿Qué lleva a algunas personas a creer en teorías de la conspiración que afirman que ciertos acontecimientos históricos, políticos, sociales o científicos son el resultado de la acción secreta de algún grupo poderoso? ¿Qué rasgos de personalidad y qué motivaciones subyacen a este tipo de pensamiento? Estas son algunas de las preguntas que se han planteado los psicólogos que estudian el fenómeno de la ideación conspirativa, es decir, la tendencia a explicar la realidad mediante hipótesis conspirativas.
Un estudio reciente, publicado en la revista Psychological Bulletin por un equipo de investigadores de la Universidad de Emory, el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Regina, ha realizado un análisis meta-analítico de 170 estudios con más de 158.000 participantes para identificar los principales factores de personalidad y motivación que se relacionan con la ideación conspirativa.

El estudio se titula “The Conspiratorial Mind: A Meta-Analytic Review of Motivational and Personological Correlates” [La mente conspirativa: una revisión meta-analítica de los correlatos motivacionales y personológicos], y es uno de los más exhaustivos y rigurosos que se han hecho hasta la fecha sobre este tema.
Los autores del estudio parten de la premisa de que las teorías de la conspiración son narrativas que comparten una estructura común y unos actores recurrentes, y que responden a ciertas necesidades psicológicas de las personas que las creen.
Los factores de personalidad y motivación que se asocian con las teorías de la conspiración
Según una perspectiva popular, propuesta por Douglas et al. (2017), las personas se sienten atraídas por las teorías de la conspiración cuando experimentan una privación de tres necesidades motivacionales: epistémica (necesidad de comprender el mundo), existencial (necesidad de controlar el entorno) y social (necesidad de pertenecer a un grupo).
Además, las personas que creen en teorías de la conspiración también presentan ciertos rasgos de personalidad que las predisponen a este tipo de pensamiento, como una mayor confianza en la intuición, una mayor propensión a tener creencias y experiencias extrañas, una mayor hostilidad y superioridad hacia los demás y una mayor percepción de amenaza en su entorno.
El estudio analiza los efectos de 52 variables relacionadas con la personalidad y la motivación sobre la ideación conspirativa, agrupándolas en 12 dominios.
Los resultados muestran que todas las variables tienen una relación significativa con la ideación conspirativa, pero con diferentes tamaños de efecto. Los autores también examinan la heterogeneidad dentro de cada dominio y las posibles condiciones que modulan las relaciones entre las variables.
Los cuatro factores que definen la mente conspirativa
Los resultados del estudio revelan que los correlatos más fuertes de la ideación conspirativa son los siguientes:
- Percepción de amenaza e inseguridad: las personas que creen en teorías de la conspiración tienden a percibir el mundo como un lugar peligroso y hostil, donde hay muchos riesgos y amenazas para su seguridad y bienestar. Estas personas también suelen tener un alto nivel de ansiedad, estrés y miedo.
- Intuición y racionalidad: las personas que creen en teorías de la conspiración confían más en su intuición que en su razonamiento lógico para interpretar la realidad. Estas personas también tienen una mayor propensión a cometer errores cognitivos, como el sesgo de confirmación (buscar solo información que confirme sus creencias) o el sesgo de proporcionalidad (atribuir causas grandes e intencionales a efectos pequeños o aleatorios).
- Creencias y experiencias extrañas: las personas que creen en teorías de la conspiración tienen una mayor tendencia a tener creencias y experiencias inusuales o paranormales, como creer en la existencia de extraterrestres, fantasmas, magia o poderes psíquicos. Estas personas también tienen una mayor apertura a nuevas experiencias y una mayor imaginación.
- Antagonismo e inadaptación social: las personas que creen en teorías de la conspiración muestran una mayor hostilidad y desconfianza hacia los demás, especialmente hacia las autoridades y las instituciones. Estas personas también se sienten superiores y especiales, y tienen dificultades para adaptarse a las normas sociales.
¿Qué rasgos de personalidad se asocian con el pensamiento conspirativo?
El estudio también reveló que las personas que tenían una personalidad más antagonista y paranoica eran más proclives a creer en teorías de la conspiración.
Asimismo, los que se adherían fuertemente a las teorías de la conspiración solían ser más inseguros, paranoicos, emocionalmente inestables, impulsivos, desconfiados, aislados, manipuladores, egocéntricos y excéntricos.
Los cinco grandes rasgos de personalidad (extraversión, amabilidad, apertura, escrupulosidad y neuroticismo) tenían una relación mucho menos fuerte con el pensamiento conspirativo, aunque los investigadores indicaron que eso no implica que los rasgos generales de personalidad no tengan importancia para la tendencia a creer en teorías de conspiración.
Los autores del estudio concluyen que la ideación conspirativa es un fenómeno complejo y multifacético, que no se puede reducir a una sola causa o factor. Según Bowes, “no es probable que todos los teóricos de la conspiración sean personas ingenuas y con enfermedades mentales, un retrato que se pinta habitualmente en la cultura popular”. Es más, “muchos recurren a teorías de conspiración para satisfacer sus necesidades motivacionales privadas y darle sentido a la angustia y el deterioro”.
Los autores también sugieren que se necesita más investigación para comprender mejor los mecanismos psicológicos que subyacen a este tipo de pensamiento, así como sus consecuencias para el individuo y la sociedad. Y esperan que su estudio sirva como una base para futuras investigaciones que puedan integrar los aspectos motivacionales y personológicos de la ideación conspirativa, y que puedan llegar a una explicación unificada de este fenómeno.