Basura espacial fuera de control
La exploración espacial y la basura generada en el espacio han estado ligadas desde el primer momento. Pero en los últimos años el número de desechos espaciales ha comenzado a salirse de control.
La basura espacial es todo objeto artificial que orbita en el espacio y no tiene ningún tipo de utilidad, como satélites obsoletos, partes de cohetes, combustibles líquidos –que por las bajas temperaturas se han mantenido congelados por años y continúan flotando en la atmósfera– e, incluso, partículas de materiales pesados que no son observables.
“Aunque es difícil definirlo porque cambia constantemente, hay en este momento entre 3 mil 400 y 3 mil 500 satélites en órbita y funcionando, junto a muchos satélites muertos que acabaron con su vida útil y demoran mucho tiempo en salir de órbita. En el pasado no se tomaban medidas al respecto porque no se veía como un problema, pero pueden estar ahí decenas, centenas o millones de años, dependiendo de a qué distancia estén de la Tierra”, explica Gustavo Medina Tanco, responsable del Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINX) del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.
“Y sólo son una pequeña parte de lo que se considera basura espacial. En realidad, cuando se coloca un satélite en órbita, hay una serie de cosas que se necesitan, como un cohete para lanzarlo. Ahí se empiezan a juntar piezas y todo eso queda en el espacio si no se tomaron medidas para eliminarlo rápidamente. No sólo es el objeto que permanece en órbita, sino todo lo que se usó para conseguirlo”, añade.
Estos objetos continúan en órbita y viajan a velocidades de ocho kilómetros por segundo (a esa velocidad llegarías de la Ciudad de México a Acapulco en menos de un minuto), y podrían chocar con otros satélites que sí están en funcionamiento, averiándolos y generando más basura por los escombros del impacto. En el peor de los casos, podrían estrellarse con naves tripuladas.
El internet, telecomunicaciones, GPS, servicios de seguridad militar, investigaciones científicas o medioambientales, industria alimentaria y mucho más depende diariamente de un satélite para su correcto funcionamiento, y el aumento de basura espacial en los últimos años incrementa las probabilidades de que se produzcan desperfectos.
“En este momento la probabilidad de que suceda un accidente entre un satélite y estos desechos es muy, muy baja: muchísimo menor al uno por ciento. Pero si no se hace nada en los próximos 20 años, se incrementará al 5% de probabilidades, lo que es un montón. Y hasta fines de este siglo las probabilidades de un accidente irán del 15 al 20 por ciento. Económicamente va a ser imposible hacer cualquier actividad”, afirma Medina Tanco.
Las pérdidas económicas también se verán reflejadas en reparar los satélites o crear nuevos, incrementando los costos de inversión y mantenimiento a largo plazo. Además, si la basura continúa acumulándose en la órbita, los cohetes no podrán salir de la atmósfera, provocando una desaceleración en la exploración espacial.
“Legalmente es muy complicado porque no tenemos un organismo internacional que realmente tenga poder de implementación. Hay tratados entre países, pero se pueden firmar o no; no hay muchas formas de obligar que se cumplan. Es un problema común de la política internacional”, comenta.
Actores privados
El problema toma mucha más seriedad con las nuevas exploraciones de empresas como Starlink, la compañía de Elon Musk, que ha puesto cerca de mil 800 satélites en órbita en los últimos dos años y planea enviar 12 mil más en el futuro próximo.
“El número de fragmentos peligrosos ha ido aumentando constantemente porque se siguen lanzando satélites. El problema se está volviendo muchísimo más grave por la entrada de satélites más pequeños, como los de constelación de Starlink, que, aunque estén activos, pueden chocar con otros”, señala Medina Tanco.
En la actualidad diversas organizaciones espaciales están dialogando para encontrarle una solución a este problema. Las propuestas más populares están relacionadas con brazos mecánicos que detengan la basura o redes que la atrapen para que después sea lanzada a la Tierra y se incinere en el trayecto. Sin embargo, la mejor alternativa es evitar generar más basura en futuras misiones espaciales.
“Otras medidas activas son parte del diseño de la misión en el sentido de no pensar ésta como se ha hecho tradicionalmente: desde que yo la construyo hasta el objetivo científico-comercial que quiero realizar. Ahora el interés no acaba allí, sino que la veo de principio a fin. Como quien tiene que reciclar las botellas de plástico, tengo que reciclar el satélite una vez que cumplió su vida”, ejemplifica el especialista del Instituto de Ciencias Nucleares.
También está la responsabilidad de cada actor (agencias espaciales públicas y privadas, organismos internacionales, gobiernos) e incluso la presión social. La basura espacial, al igual que la atmósfera, no conoce fronteras, y es un problema mundial que debe ser pensado y resuelto como tal, concluye el investigador.
El espacio es, en palabras de Medina Tanco, un recurso natural: un recurso que, a pesar de su enorme tamaño, es limitado, y puede agotarse si se usa sin medida.
Joshua Espinosa, Servicio Social/Rafael Paz