Autonomía de la economía del Banco de México
En días recientes, el presidente adelantó el anuncio del Banco de México sobre el alza de su tasa de interés de referencia. Ello elevó la incertidumbre respecto a la preservación de la autonomía y el respeto a la confidencialidad del banco central, lo cual generó múltiples reacciones de preocupación en los mercados financieros en México e internacionales. Si bien el presidente se disculpó ante la Junta de Gobierno en los siguientes días, la duda permanece.
Existe sólida evidencia internacional de que los bancos centrales autónomos del Poder Ejecutivo cumplen mejor con la meta de la estabilidad de precios, es decir, de controlar la inflación. Ello ocurre porque la autonomía es un importante contrapeso que evita que el gobierno financie su déficit público a través del impuesto inflacionario, es decir, la emisión de dinero a discreción. La inflación actúa como un impuesto regresivo, afectando más a las personas y familias de menor poder adquisitivo e imponiendo sobre las sociedades una importante barrera para el impulso del bienestar.
Esto es especialmente crítico en las circunstancias actuales de la economía mexicana. Ante la disrupción de las cadenas de suministro como resultado de la pandemia, que generó diversos shocks de oferta y demanda a nivel global, así como por el impacto reciente derivado del aumento en el precio de diversos insumos importados como resultado de la invasión de Rusia a Ucrania, la inflación en nuestro país ha alcanzado niveles superiores al 7.0 por ciento anual y la tendencia de corto plazo es creciente.
La autonomía del Banco de México constituye un patrimonio institucional que los mexicanos hemos construido como sociedad a lo largo de varias décadas. El banco central ha logrado forjar un sólido prestigio en México y a nivel global. Su autonomía es fundamental para la estabilidad económica de nuestro país y por tal razón debe prevalecer. El manejo monetario debe estar blindado de los vaivenes de los tiempos electorales y de intereses políticos.
Cualquier iniciativa que afecte la operación del Banco de México, ya sea interviniendo en sus procedimientos o reduciendo la objetividad y fundamentación técnica de sus decisiones, conlleva el riesgo de perder dicha credibilidad y la efectividad de sus resultados, lo cual tendría un impacto negativo profundo sobre el entorno para promover la inversión y sobre la estabilidad macroeconómica de México.
No puede haber política pública de impacto social positivo y duradero en un entorno de inflación elevada e inestabilidad económica. La preservación de la estabilidad de precios y la confianza institucional que genera la autonomía del Banco de México para el entorno económico general, son elementos fundamentales para el desarrollo de una economía inclusiva y más justa con ello promover condiciones para un mayor bienestar de los mexicanos.